jueves, 24 de septiembre de 2015

Cuadernos Pequeño Jefe IV

La actualidad política me está ayudando bastante en mi conocimiento del mundo. Ya saben que soy un apasionado del lenguaje y me entretiene sobremanera la forma en que los grandes se comunican y expresan sus deseos, miedos, frustraciones y esperanzas al mundo. Es bastante útil esto, ya que uno no tiene que andar apañándoselas para intentar comprender al otro, sino que son los propios vocablos los que esclarecen y dilucidan.

O no.

Puede ocurrir también todo lo contrario. Es algo que ya venía yo barruntando, pero la actualidad política me ha sacado de dudas. A estas alturas ya saben hasta en China que la máxima autoridad competente del Gobierno no sabe hacer la “o” con un canuto. Si los chinos son atacados por una profusión de “Oes” de humo procedentes de Occidente, estaríamos a salvo porque todos sabrían con total seguridad que no era obra de Rajoy. Sin embargo, esta semana el presidente me ha hecho movilizarme y lanzarme sobre el diccionario. Pensaba que “disquisición” era una palabra relativa al Derecho Público o Administrativo, pensaba que debería recurrir a algún alumno avezado de Derecho Romano. No. Disquisición no explica las nacionalidades y los orígenes de los ciudadanos. Disquisición no responde a ningún tipo de condición de procedencia ni es, para nada, la palabra que corresponde escupir a un Jefe de Gobierno.


disquisición.
(Del lat. disquisitĭo, -ōnis).
1. f. Examen riguroso que se hace de algo, considerando cada una de sus partes.
2. f. Divagación, digresión. U. m. en pl.

”Estamos en una disquisición que no conduce a nada”, suelta con esa cara de estar aguantando todo el peso de la asegurada posterior ignominia, acompañada de un desorbitado tembleque de pierna. Debe de ser la técnica para controlar los esfínteres. Llego a ser yo el que está ahí y ya hubiese soltado de todo por mis bajos. Pero me hizo bien mirar el diccionario y aprender el susodicho vocablo, que “mire ussshhhted por donde” corresponde perfectamente a lo que sucedía. Rajoy suspendía con un cero patatero el examen sin salvar ni una de sus partes: ni la legalidad, ni las nacionalidades ni las banderas. Pero oye, que a otra cosa mariposa. Yo ésta me la guardo para cuando sea un poco más grandecito y me quieran examinar. Hablaré de disquisiciones que no conducen a nada. Cuando los profes certifiquen mi cate mayúsculo en lengua inglesa, yo sosteniendo mis pises les diré con cara ignominiosa: ¿Y la europea?

Me está dando buenas pistas el presi para afrontar futuros deslices académicos. Lamama leyendo mis notas:

-          Pero… ¿y las mates?
-          Las mates ya tal.

Este episodio me ha hecho darme cuenta que muchas veces utilizar un lenguaje más complejo no significa expresar mejor las cosas. Pequeño Pujol y Coleta Morada me lo enseñaron. Agradecí infinito ese lenguaje de indio, respetuoso con los menos avezados en el idioma. Y es que estoy viendo esto de las elecciones catalanes como puro teatro. Por lo pronto estoy aprendiendo de géneros: esperpento, comedia burlesca… Aunque, que quieren que les diga, yo sigo viéndolos como un todo propio de la mejor de las farsas.

Las elecciones catalanas no me han quitado tiempo para ver – que no comprender- otras realidades. Las que de verdad importan, y si no he hablado antes de ellas no ha sido por falta de tiempo o voluntad sino porque me sentía incapaz. El drama de los refugiados es muy difícil de entender para alguien como yo: ¿Será que además de los brazos y las piernas también crecen corazas en los cuerpos? “Cuadernos Pequeño Jefe” comenzó cuando conocí la realidad de las guerras, al ver el rostro de aquella coetánea mía que levantaba los brazos en señal de rendición. Este tiempo he visto los telediarios sumido en una implacable tristeza porque aunque no haya visto el rostro de aquella niña exactamente, si han sido otros pequeños los que rendidos y destrozados han cruzado países buscando sino la paz al menos la salvación del propio pellejo.

No entiendo.

Hablamos de nuestras propias disquisiciones pero –parafraseando a Rajoy- ¿Y las europeas? En Europa se reúnen para decidir que ya se resolverá, que el drama por lo visto puede esperar. Lo de los refugiados ya tal.

Es un poco irónico que mientras unos, hastiados, baldados y desesperados, tratan de cruzar las fronteras para salir del drama –físico, no de recuerdos- otros luchen por poner la suya propia. A mí las fronteras no me gustan nada. Odio que Lamama me diga que no puedo pasar a la cocina mientras ella la campa a sus anchas. Pero oye, que sus razones tendrá; como los catalanes.

En fin, que siga la tragicomedia, que pena que esto no lo pueda regir el género chico

lunes, 14 de septiembre de 2015

Lo vamos hablando

Ha debido de venir un mago porque hace algunos meses no daba yo ni un duro. Por mí; por estos ruidos raros que emiten los mayores. Se miran, o ni eso, y se lanzan runrunes explosivos.

Hablan, dicen.

Llegué a pensar que no existía la lógica. Que soltaban estruendos por la boca al tuntún, pero el caso es que acababan poniéndose de acuerdo. O no, claro.
Al no ser el lenguaje gratuito sino por objetivos, tuve que aplicarme. Y lo hice, que hasta entiendo latín si me descuido. Articular… era otro tema.

Pero de pronto largo hasta con consonantes. Así que creo que ando encantado. Pero de hechizo, digo. Aunque también, a qué negarlo, de puro deleite pues hacerse uno entender es para quedarse pasmado de por vida. Luego uno se va recuperando, o eso parece, porque los grandes cantan y departen sin mayor arrebato, ¿No les parece? Lo vamos hablando.

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RETO #150 PALABRAS: 
MAGO, BOCA, CONSONANTES

Con este post participo de nuevo en la entrega dominical #150palabras. Bueno, Elprenda, que una vez más ha tomado la iniciativa.
A Elprenda le gusta divagar de este mundo nuestro que anda conociendo de a poquitos. Como es un intenso, trata de hacerlo a grandes cucharadas. Lo hace aquí, pero ha pensado que cientocincuentapalabras pueden ser suficientes para contar lo mucho que ya habla. Hasta ha estado a punto de grabarlo en podcast porque ahora prefiere la lengua al teclado, dice. 

#150 palabras es una iniciativa de Marta (Diario de algo especial). ¡Pásate a conocerlo!



Para conocer como nació esta idea de 150 palabras y las reglas, puedes hacer click aquí.
1. Marta  5. Utopía (kaykantauri-cronista)  
2. Aprendiendo con Julia - Cuentos infantiles  6. The Blue Monster  
3. Cuestión de madres  7. Lamama  
4. anya  



viernes, 11 de septiembre de 2015

Un domingo cualquiera

Suena el despertador: ¡¡Yaaaa!! ¡¡Vámonos, vámonos!!
Qué bonito, mi niño habla.
El despertador no para, por más que le apriete las tuercas de pequeño niño contrariado. ¡Ssshhh, a dormir! Digo, lacónica, sin apostar ni el cobre a caballo ganador. Yaaa, vámonos. Pueta.

Es lo que hay, no sé ni por qué pruebo. Al menos hemos pasado una noche de escándalo pues se acerca el frío y Elprenda no requiere de tanta agua para dormir. Se acabaron las noches de camellos. De pequeña, con mis amigos nos llamábamos camello cuando alguno inundaba su cuerpo de agua, sin respiro. En realidad los camellos aguantan sin beber eternidades pero debe ser que hay un día de acopio, y ese era el día al que siempre nos referíamos en la fuente.

Un pequeño guía orienta mis pasos matutinos. Pipí, me dice, me señala el inodoro y yo, dócil y sumisa, aposento el culo para gracia de mi canijo director. Antes de tirar de la cadena, Elprenda corre y se asoma, como si fuese a divisar las aguas sagradas del Ganges. Tiro, y la cara de mi pequeño jefe de la aurora brilla henchida de felicidad. Y yo deseo llevarle a Niágara o Iguazú para que nunca acabe su alborozo bendito.

Desayunamos tostadas, que yo preparo frente a Elprenda, que normalmente prefiere abrir y cerrar el frasco de mermelada a abrir y cerrar la boca. Abuelagallina me ha metido en la maleta este bote de jalea. Es francesa, como todo de lo que gusta mi madre. La etiqueta reza: Rapsodia de frutas. Arándanos Silvestres. ¡Rapsodia! Le arrebato el tarro al Director, que entiende que ha dejado de dirigir –vale no, no lo entiende- y aprieto la rapsodia tan fuerte que casi puedo notar su latido. En una pirueta colosal, Mercury sale disparado al salón empapado en bayas silvestres y me hace la lucha del desayuno mucho más fácil.

"Mama mía, mama mía, mama mía give me toast", escucho decir a Elprenda en varias ocasiones.


Por lo general Elprenda hace de vientre tras deglutir su rebanada. Viva la vida bohemia, me digo zanjando la canción. Empieza la otra serenata: limpiar con mayor o menor esmero el asunto.  Él me dice que el pañal pesa un kilo, yo le digo que ay que mono es mi niño, pero que hay que ver lo que caga, y ventilamos.

Si los domingos son el Día del Señor en otras casas, en la mía siempre es el Día del Niño, y el señor y la señora van a remolque. Es cierto que los planes siempre salen de nosotros, que por ahora seguimos siendo capaces de hacer alguna cosa más que Elprenda, pero una vez llegados a destino, el timón cambia de manos. El crío se engalana con su gorro marinero de capitán de buque, y todos a navegar.


Los domingos nos vamos de crucero.  Y como aquí el objetivo es pasar un buen rato, y eso se da generalmente cuando el bucanero está contento, pues ni qué decir tiene que él decide cuando se anda, se corre, se baña, se para o se vuelve. Si Elprenda leyera esto, gritaría sin constricción ante mi sarta bellaca de embustes y patrañas. Pero insisto, a grandes rasgos, es así. Porque si yo pudiese decidir ahora como sería un domingo cualquiera, seguiría bailando la Bohemian Rhapsody con una cerveza en la mano; y de ahí pasaría a escuchar el silencio hermoso sólo roto por el compás repetido de las olas. Y podría pasar el rato cocinando para luego pasar un rato aún mejor comiéndolo, sin el tic-tac sonoro que amenaza con un fin de siesta ligera del pequeño capataz. Volvería a las series, a las panzadas, digo. A cuando ver un capítulo no era una odisea. Y podría subir el volumen para que Etta James dijera At last de forma convencida.

Pero mis domingos cualquiera ahora son distintos. Sus canciones aparecen entonadas por un agudo jamás soñado por Freddy y Etta en sus mejores falsetes. Y aunque aturdida y algo sorda de la mano de mi Pequeño Ruiseñor, allá que sigo al tarambana sin brújula o vigía en busca de nuestro pequeño tesoro dominical.

-¡Sé muy bien que he salido ganando, pardiez! le digo a Elprenda en un ataque de amor descontrolado. Y él se ríe, me besa y se separa para seguir a lo suyo sin importarle el calendario al muy pirata. 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Si serán catetos

paleto, ta.
(De paleta).
1. adj. Dicho de una persona o de una cosa: Rústica y zafia. U. t. c. s.
2. adj. Dicho de una persona: Falta de trato social. U. m. c. s.
3. m. gamo.

O sea, que era esto. Pues sí, soy de pueblo, costero para más señas, y cuando vengo a la ciudad y veo rodar lozano un autobús de proporciones descaradas, pues venga, vale: alucino. Y si me montan en un ascensor de vista panorámica pues que menos que Lamama ha de incrustarme, de nuevo, los ojos en las cuencas. Que sí, que puedo ser de lo más rústico, pero en  plan: “qué mono tu pisito, es de lo más rústico”. Así sí me identifico; ideal como una casa de campiña. Si me llamas zafio, mejor no hablamos. Y es que has de saber que la cara de estupor que consideras de paletos (¿tengo algo en los dientes?, pregunto a Lamama tratando de identificar el motivo de la referencia a mi incisivo superior) la pongo a diario en el pueblito. Sí, cada noche, cuando el mar refleja la luna y la luz rotatoria del faro me regala la silueta de mi santo pueblito. Caigo embelesado ante su magnificencia, y suspiro tanto que puedo llegar a despertar a los vecinos con mi canto de amor.


Y entonces sí, ante tal disparate de gallardía y belleza, puedo cumplir de un soplido las tres acepciones referidas. Porque rompo a correr como un gamo, pierdo los papeles a dos manos y no deseo trato con nadie. Reconozco que ahora sí, que me vuelvo algo tosco en modales al realizar mi baile paleto, que celebra el paisaje que la inmensidad regala. Es entonces cuando, ya metido en faena, gruño como un bisonte que no puede soportar la perfección que contempla. Y mi rugido traspasa fronteras, llegando el eco paleto a los albores de la city, haciendo tambalear todos los elevadores panorámicos.Y los conductores de autobús pisan el freno, asustados por un sonido aldeano que llega allende los mares. Jajaja, me digo mientras bailo, si serán catetos…