martes, 12 de mayo de 2015

Siddharta o cómo ser un guiñapo con estilo

El páter alucina. Qué tío más genial. Anda que no han pasado ya días y aun me sigo riendo. Pues no va y dice que es la reencarnación de Siddharta. Sí, sí, así como lo oyen.

Si yo estoy que no quepo en mí ante tamaño dispendio de egolatría y disparate, imagínense Lamama. Pero como el rigor es importante –me lo recuerda un tal Inda cada semana- recularé ya mismo… Tal y cómo lo hizo el Páter cuando Lamama le aseguró que semejante sentencia era carne de blog.

- Si es que soy la reencarnación de Siddharta.
- ¿Pero tú te estás oyendo? Venga vale, lo que digas.
- Vale no… Soy lo más cercano a la reencarnación de Siddharta que tú has conocido.
- Que sepas que ahora tienes que medir más lo que dices
- Dilo, venga, ponlo en el blog; pero ponlo en contexto. A lo que yo me refiero es que no me gusta el fetichismo de la mercancía… Yo más bien soy del valor que tienen los productos por su utilidad
- …

Yo en ese momento me atraganté. Ya me daba igual Buda, Alá o Ganesha, el elefante ese con muchos brazos. Lo que me interesaba era el origen de aquéllos dictámenes. El delirio de grandeza –justificado, vale- del Páter tenía un germen que se resumía en mi vestimenta: camisetas, pantalones, bodies de todos los colores habidos. Parece que los anuncios de "Por fin llegó la primavera" -o el verano- de según qué establecimientos comerciales nada van a tener que ver conmigo. Desde bien joven se va a encargar el Páter de que no me haga un adicto a la moda.


Hace una calufa de escándalo en el pueblito costero. La chicharrera a la hora de almorzar es tan considerable que los lugareños se han preocupado de liberar sus carnes y tapar apenas esos puntos dignos de ser tapables por no sé qué mierdas del pudor –yo no tengo nada digno de tapar parece ser-. El pueblo ha sido subyugado por el periodo estival y el olor a salitre caliente embriaga toda la costa.

Y mientras la villa se viste con sus mejores galas, animada por un sol esplendoroso, yo no tengo malditas galas que ponerme.

Hace unos meses, cuando llegamos y dejamos la capital, con sus virus y sus bacterias, hacía por aquí un frío de cagarse. Bueno, no, no era para tanto, pero sí era lo más parecido al frío que yo he conocido (Páter dixit). Llegamos abrigados hasta las orejas, y mi maleta venía cargada de mangas largas, que Lamama había doblado con primor.

Contábamos con regresar antes, cuando aún el calor sofocante si acaso se vislumbrara en la lejanía. Pero los planes cambiaron: que si qué bien se está aquí, que si Elprenda ya está habituado a la escuelina y no vamos a cortarla ahora, que si aquí trabajamos mejor. Total que seguimos. Estamos en el pueblito costero como lo está también aquella lejanía, que ni siquiera ha mutado en cercanía sino en un “zas en toda la boca”.

- Hay que comprar al peque ropa de verano pero YA
- Qué dices, anda
- A ver, el tiempo ya ha cambiado del todo y no va a volver a refrescar
- Tú quieres camisetas cortas, pues yo te daré camisetas cortas.

Llevo toda mi vida escuchando hablar de recortes, y por fin ha llegado mi momento. Este nuevo Siddharta quiere cortar aquellas mangas largas que Lamama dobló con tanto esmero. Y yo voy a ir por el mundo con andrajos.

Páter me guiñó un ojo. Ahí fue cuando me atraganté. Pensaba: guiño, no, guiñapo.

Pero Páter no se amilanó, y continúo con su discurso… Blablabá… el valor de uso… blablablá… el valor de cambio… blablablá… las utilidades…. Blablablá… estamos subsumidos a la lógica del capital...
Y a medida que su letanía se hacía más intensa mi corazón se hacía más rojo y latía con más fuerza; y me daban ganan de rasgarme las vestiduras allí mismo. Darle razón de ser a mis flamantes incisivos de leche y zas zas zas, seccionar las mangas largas de un plumazo y quedarme más fresco que una lechuga.  

Parece que la arenga caló algo también en Lamama que torcía y destorcía el gesto.

- Bueno, podemos cortar alguno, pero también compramos tres o cuatro.
-Tú verás si quieres gastar
-Y cortarás los que yo diga
-¿Pero no te das cuenta que da igual que tenga un pulpo o un mono estampado? Lo que importa es su utilidad…

Así que así estoy, voy a ser la sensación de la escuelina. De todo el pueblito costero. Haré que la moda de los 80s de recortar todo lo recortable reaparezca.
Además, los grandes sí que tienen un porqué para reestructurar sus armarios (temporada fría, temporada caliente) pero a mí cuando vuelva el frío no me va a valer nada de esto, así que está bien darle más uso a las pamplinas estas que visto y calzo. Por lo único que lo siento es por si algún día tengo un hermano… Pero me voy a callar, no vaya a ser que el Páter quiera guardar las mangas y darles un remiendo si es que la prole sigue aumentando.

Ardo en deseos de estrenar mis “nuevas” camisetas y crear tendencia en la aldea. Que todos los niños y niñas vayan en busca de sus padres tijera en mano. Mientras, yo estaré meditando en la arena de la playa como si fuera mi padre mismo, el gran Siddharta… 

Y digo yo que menos mal que se reencarnó ese, si hubiese sido Ganesha habría el doble de mangas que cortar… 

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