lunes, 16 de noviembre de 2015

Cuadernos Pequeño Jefe V

Este fin de semana ha sido extraño, me ha dado varias lecciones de un golpazo. 

Algo terrible ha sucedido en París, y la televisión ha estado ahí con una serenata inacabable de unas muertes horribles de inocentes. No es la primera vez que escuchaba eso de los bombardeos y los tiros a quemarropa. Ya os he contado más veces que este mundo me tiene muchas veces indispuesto, y con gusto hubiera vuelto a ratos a aquel saco embrionario que me mantenía sordo a esta barbarie constante que por este lado acontece. Nadie me preguntó si quería nacer, pero sucedió y aquí estoy, intentando descubrir y dilucidar las reglas del juego.

Como sólo se ha hablado de eso este fin de semana me he dispuesto a buscar París en internet, para saber a qué se debe este despliegue mientras otras aberraciones apenas son nombradas. He leído algo de historia, de ilustración, de librepensadores, de democracia y de fraternité, egalité et liberté. Me ha parecido un lugar increíble con una mochila enorme llena de personajes y hechos históricos fantásticos. También he aprendido qué es la guillotina.



Pero no lograba entender yo mucho más, salvo que la cercanía es un grado. Claro. Y que importa más que sufran los cercanos a que lo hagan los lejanos. Y que esa lejanía, subrayada y exacerbada por los medios al olvidarse de ciertos mundos, es lo que la hace, precisamente, más lejana.

En eso estaba, ya medio pirado por tanto mal y desolación, y por tanto villano, que quise tirar un poco más del hilo. Estas muertes han sido perpetradas por unos radicales que, entre otras cosas, cabreados por la injerencia europea-americana, han decidido no sólo centrarse en civiles musulmanes de aquellos parajes, sino en civiles de estas sendas. Como no me enteraba muy bien de todo aquello, trataba de escuchar a Lamama y Elpáter debatir del conflicto, que por lo visto viene de largo. Hablaban de la locura, pero trataban de hallar las causas, porque también, por lo visto, los locos se mueven por propósitos y tienen sus propias reglas. Elpáter y Lamama veían mapas en Youtube mientras trataban de posicionar siglas y culturas tribales en ellos. Imagínense ustedes si ellos cavilaban y trataban de llegar a algunas raíces, cómo andaba yo entonces.

Yo tenía un montón de preguntas: ¿Quiénes son estos? ¿Por qué París? ¿Por qué tienen armas y de dónde han salido? ¿Por qué siguen amenazando? ¿Qué pretenden estos fanáticos? y ¿Qué pretenden ciertos países al tratar de dirigir sus rumbos y reglas?… Estaba sudando tinta y volvía a no entender nada ante tal choque de respuestas, que se tejían y urdían bajo el paraguas de la geopolítica y los intereses.

Qué desastre.

Qué angustia.

Para qué me han hecho a mí venir a aquí. Sí, esto también bailaba entre apoyo a dictadores desde occidente, califatos y recursos naturales apetecibles.

Mi conclusión, señores, no es ninguna, porque cuando empezaba a entender un poco todo van los franceses y arrasan la capital donde estos hijosdemalamadre están posicionados en Siria. Haciendo así un abominable ojo por ojo, que es lo único que yo tenía claro que no se debe hacer en este mundo. Ya sé, señores, que puede sonar a absurda ocurrencia lo que ahora voy a relatarles, pero entenderán que a mi edad éstas se esperan, y lo extraño es que no las haya.

Verán, tengo la manía de darle algún que otro manotazo a Lamama sin venir a cuento, y de pronto voy y también la muerdo un poco. Ella, siempre me responde calmada y me dice que no está bien, que se pone triste, que a la gente –y más a ella- hay que tratarla con amor, porque eso es lo que yo estoy recibiendo. He ojeado, cuando ella no me ve, algún libro de psicología infantil que le ha regalado la Abuelagallina, y me he alegrado infinito al observar lo que no se debe hacer si tu hijo pega: Jamás se lo devuelvas, dice. No contestes ante una bofetada de tu hijo con otra, ni aunque sea leve, ni un pequeño cachete, porque entonces eso estará justificando tu acción y él/ella entenderá que pegar, al fin y al cabo, no es malo.

Pensaba, señores, que esa era la regla número uno del juego, pero no paro de sorprenderme en este mundo. ¿No educaron a los señores que rigen el mundo así de pequeños? Ya sé, ya sé, se preguntarán que qué mierda es esta de relativizar un hecho tan funesto. Me dirán que los terribles asesinos no se pueden ir de rositas, que a pesar de mi escasa edad esto ya debería comprenderlo. Sí, lo entiendo, pero entiendo más que ese castigo europeo alimenta también el castigo de los civiles en aquella zona.

Yo no justifico nada, ni apoyo nada, ni aplaudo nada, yo sólo trato de entender las reglas del juego, ya les digo. Y me lamento, mucho, muchísimo de ver que estas decisiones tan rápidas no se toman con los refugiados que huyen de la barbarie porque en su país ocurre lo que en París a diario. Tiremos bombas pero sigamos sin abrir las fronteras...

También, les remarco por si no ha quedado claro que aquí estoy, roto de dolor. Por París. Por el mundo.



viernes, 23 de octubre de 2015

Un mal día para luces de neón

Salto, alto, lo más alto que pueden mis fuerzas algo menguadas por el batir persistente. Arriba agito de nuevo mis piernas como si nadase a braza para alcanzar la luna. Siento que es aleatorio que funcione o no este meneo, pero me urge que esta sea una buena porque están cerca. Estoy desesperada, y mi aliento entrecortado hace latir el cielo anaranjado. No consigo alzarme a más de cinco metros de la arena caliza que ya suda el polvo que genera la onda expansiva de los galeones. Los veo, la vela del barco lucha contra la maleza, y la frondosidad parece arrodillarse ante ellos. Fuertes, rutilantes y decididos no estarán ya ni a media legua. Canto de dolor y los árboles se apiadan de mí acercando sus ramas a mi cuerpo agotado. Me empujan. Salgo como un cohete, despedida al infortunio del cielo que espero sea indulgente. El catalejo que me regaló Barbarroja me espera en la Nube Magnánima. Las extremidades me responden decididas y de pronto siento que la gravedad se pone de mi parte y me da cuartelillo. Por el anteojo observo la cara del filibustero que se ha afeitado la barba y ríe como mi padre. Del navío sale disparada una botella que rebota en la cabeza de una gaviota que me estaba aconsejando sobre las bondades y virulencias de esta bóveda gloriosa que me ha recibido.  El Ave Fénix no puede terminar su frase por el aturdimiento y cae marchita como una roca a la boca del tiburón que charlaba amigable con las flores. Lo escupe y las flores se pelean por la presa. 


Me corto los dedos con los cristales que quedaron pegados al mensaje del pirata y un sinfín de letras voladeras me saludan y empiezan a bailar entre ellas. Vuelan con más facilidad que yo y forman un mensaje de luces de neón rosa fluorescente: Te buscaré por tierra, mar y aire. En la nube más cercana al mensaje hay un Cadillac que se está surtiendo de gasolina, junto al bar de comida rápida.

Estoy postrada sobre la nada gaseosa, y como tengo que hacer fuerza para continuar mi camino, decido detenerme en una parada de autobús a esperar que aparezca una nube y me libere de esfuerzos. Comparto un momento infinito con la oruga fumadora del País de las Maravillas que está creando eles y jotas que se pierden en esta atmósfera y se convierten en un nimbo cualquiera. Llega por fin una nube rosa de azúcar. El gusano humeante me cede el paso haciéndome una reverencia con siete patas cortas.

Hay un sitio libre. Me siento y miro el cristal que me devuelve mi propio reflejo. No es mi mejor día y la imagen que contemplo me quita las dudas posibles. Siento que me han pisado el cuerpo los Cien Mil Hijos de San Luis, y trato de ovillarme en la butaca. Miro a los pasajeros, todos tienen la barba roja. Quiero gritar, pero no consigo articular palabra… Solo me sale humo. Un vaho fino y quebradizo. Trato de encontrar entre los transeúntes a la oruga para robarle la pipa y poder gritar “Aaaaahhh”, con letras emanadas. Al fondo, la veo… me arrastro y me volteo sobre mi propio dolor. El suelo es gris y de aquél rosa chicle no queda ni el olor a goma gastada. Mi vehículo es un nubarrón y si pego la oreja al suelo escucho nuestra propia tormenta. Llego a mi destino. Escalo por unas patas cortas como si de una escalera prodigiosa se tratase. Llego a su rostro de larva añeja que ahora tiene los rasgos del corsario y se vuelve a reir como mi padre. Tras una fuerte bocanada saca de la cachimba un único mensaje: Te encontré.

“Al salir, tenga cuidado para no introducir el pie entre coche y anden” resuena de fondo. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Octubres

La eternidad del tiempo cuando se es niño es taaan inusitada… Lamama cree que hace dos días fue el minuto anterior y para mí han pasado perpetuidades. -Pero si te lo acabo de decir-, me dice. Y yo pienso que entre mi corta memoria y estos minutos perennes que acontecen, voy listo. Bueno, va lista ella. En realidad yo sigo una filosofía de vida muy en boga, deseada por muchos, soñada y perseguida. Así que cuando me salta con eso de -¿Pero otra vez? ¿Pero te lo tengo que volver a decir? Yo resoplo y dignamente:

-Carpe diem, mama. Carpe diem. 

No sé muy bien qué estoy diciendo pero se lo he escuchado a Elpáter varias veces, y creo que ahí está muy bien metido. Lo sé porque Lamama empatiza enseguida y me contesta con el lenguaje cifrado bendito: Delirium tremens ipso facto, me pareció entender.

Venía yo hablándoles del tiempo y de las horas porque por lo visto van diez. Sí, diez. Octubres. Yo sólo de pensarlo me estremezco porque una década da para nacer varias veces. Podríamos ser ya infinitos Prendas si se hubiesen aplicado en un principio.

En el fondo, he de agradecer la desidia en el asunto pues sin duda ha promovido mi llegada. Vete tú a saber si hubiese estado el horno para bollos tanto tiempo más tarde, con otros niños haciendo de las mías sin yo poder verlo, y dejándome mal desde un principio. La suerte se puso de mi lado y conseguí llegar a puerto. Además, encontré resplandeciente el útero materno… ¡Cómo lo echo de menos, caramba!

Y como he sido el primero, mi nombre fue elegido cabalmente cuando, por lo visto, Lamama quitó a Elpáter sus ideas revolucionarias y se impuso la sensatez. Es algo que he escuchado varias veces en este tiempo vivido. Gracias a Lamama mi DNI no estará en las páginas de esos periódicos chuscos que presentan listas de documentos de identidad que lucen nombres de traca. Me salvé en el último instante –por lo visto- de compartir página con Shakespeare Mozart Armstrong Correa Pérez. Aunque Elpáter tiene más clase, y mi apelativo hubiese sido más del tipo Karl Tupac de los Claveles Proletario. ¡Ay!

Pero esta entrada no va de eso, no. Hoy estamos de gala, yo fundamentalmente, porque semejante aguante, con la infinitud espacio-temporal que eso conlleva, es digno de elogio. Este tipo de cosas me inclinan a pensar en la falacia de los adultos; eso que dicen de la memoria y su mejora, que de aquí a unos años empezaré a acordarme de las cosas. Yo creo que ellos se olvidan mal y pronto de según qué aconteceres porque si no, esto no se explica…

Por Martín Elfman (compañero de viaje)

Una década atrás Lamama volaba a Edimburgo a ver qué onda transmitía ese joven Páter, y qué aventuras y desventuras empezaban en tierra lejana. Así, grosso modo, me he podido enterar de que vivieron en una casa ocho personas casi cuatro años, y en verano eran dieciséis (pero Carpe diem, oye, diría Elpáter). Que llovía y los adoquines se volvían gris oscuro. Las caras se enfriaban bajo ese cielo de colores imposibles señalado por un sinfín de cúpulas puntiagudas; pero los corazones estaban calientes. Había largas tardes de té, mucha guitarra, muchas charlas, pintas con sabor a regaliz. Había una suerte de nacionalidades dispersas a las que el destino cruzó para entenderse y conocerse. Había siempre, por lo visto, un olor a cebada que lo impregnaba todo.

Y si no fuera esto suficiente, volaron a La Paz, la ciudad más alta de La Tierra, para seguir su aventura expatriada aún más lejos. Y siguió habiendo mucha guitarra, y chuño y fricasé; y actividades culturales, y nuevos compañeros de vida y de viaje, y charlas y paseos por las nubes.

Y aunque nunca más se bajaron de las nubes –no hay que ser adulto para notar esto- sucedió lo que parecía ya del todo imposible: regresaron. Y lo hicieron para probar la tranquilidad que otorga un pueblito costero más cercano al origen. “Se acabaron las fuertes emociones y los corazones latientes de las antípodas”, pensaban. Pero aquí estoy yo, y tuvieron que reescribir esta última frase: “Se acabaron las antípodas. Empiezan las emociones fuertes. Tengo el corazón en la boca”.

No sería capaz de contar aquí intimidades de mis padres. Bueno, al menos no hoy. Dejémosles tener la fiesta en paz. Diré solamente que adaptarse al mundo en general es toda una historieta, así que imagino que adaptarse a alguien en particular puede ayudar a sobrellevarlo. Si no, no me explico…

Imagino, además, que Lamama hizo suyo un poco eso del Carpe diem, y cuando las cosas se ponen de color de ala de mosca (como diría Elpáter, qué genio el tío) acaba creyéndoselo del todo.

Que siga la fiesta. Alea iacta est.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Cuadernos Pequeño Jefe IV

La actualidad política me está ayudando bastante en mi conocimiento del mundo. Ya saben que soy un apasionado del lenguaje y me entretiene sobremanera la forma en que los grandes se comunican y expresan sus deseos, miedos, frustraciones y esperanzas al mundo. Es bastante útil esto, ya que uno no tiene que andar apañándoselas para intentar comprender al otro, sino que son los propios vocablos los que esclarecen y dilucidan.

O no.

Puede ocurrir también todo lo contrario. Es algo que ya venía yo barruntando, pero la actualidad política me ha sacado de dudas. A estas alturas ya saben hasta en China que la máxima autoridad competente del Gobierno no sabe hacer la “o” con un canuto. Si los chinos son atacados por una profusión de “Oes” de humo procedentes de Occidente, estaríamos a salvo porque todos sabrían con total seguridad que no era obra de Rajoy. Sin embargo, esta semana el presidente me ha hecho movilizarme y lanzarme sobre el diccionario. Pensaba que “disquisición” era una palabra relativa al Derecho Público o Administrativo, pensaba que debería recurrir a algún alumno avezado de Derecho Romano. No. Disquisición no explica las nacionalidades y los orígenes de los ciudadanos. Disquisición no responde a ningún tipo de condición de procedencia ni es, para nada, la palabra que corresponde escupir a un Jefe de Gobierno.


disquisición.
(Del lat. disquisitĭo, -ōnis).
1. f. Examen riguroso que se hace de algo, considerando cada una de sus partes.
2. f. Divagación, digresión. U. m. en pl.

”Estamos en una disquisición que no conduce a nada”, suelta con esa cara de estar aguantando todo el peso de la asegurada posterior ignominia, acompañada de un desorbitado tembleque de pierna. Debe de ser la técnica para controlar los esfínteres. Llego a ser yo el que está ahí y ya hubiese soltado de todo por mis bajos. Pero me hizo bien mirar el diccionario y aprender el susodicho vocablo, que “mire ussshhhted por donde” corresponde perfectamente a lo que sucedía. Rajoy suspendía con un cero patatero el examen sin salvar ni una de sus partes: ni la legalidad, ni las nacionalidades ni las banderas. Pero oye, que a otra cosa mariposa. Yo ésta me la guardo para cuando sea un poco más grandecito y me quieran examinar. Hablaré de disquisiciones que no conducen a nada. Cuando los profes certifiquen mi cate mayúsculo en lengua inglesa, yo sosteniendo mis pises les diré con cara ignominiosa: ¿Y la europea?

Me está dando buenas pistas el presi para afrontar futuros deslices académicos. Lamama leyendo mis notas:

-          Pero… ¿y las mates?
-          Las mates ya tal.

Este episodio me ha hecho darme cuenta que muchas veces utilizar un lenguaje más complejo no significa expresar mejor las cosas. Pequeño Pujol y Coleta Morada me lo enseñaron. Agradecí infinito ese lenguaje de indio, respetuoso con los menos avezados en el idioma. Y es que estoy viendo esto de las elecciones catalanes como puro teatro. Por lo pronto estoy aprendiendo de géneros: esperpento, comedia burlesca… Aunque, que quieren que les diga, yo sigo viéndolos como un todo propio de la mejor de las farsas.

Las elecciones catalanas no me han quitado tiempo para ver – que no comprender- otras realidades. Las que de verdad importan, y si no he hablado antes de ellas no ha sido por falta de tiempo o voluntad sino porque me sentía incapaz. El drama de los refugiados es muy difícil de entender para alguien como yo: ¿Será que además de los brazos y las piernas también crecen corazas en los cuerpos? “Cuadernos Pequeño Jefe” comenzó cuando conocí la realidad de las guerras, al ver el rostro de aquella coetánea mía que levantaba los brazos en señal de rendición. Este tiempo he visto los telediarios sumido en una implacable tristeza porque aunque no haya visto el rostro de aquella niña exactamente, si han sido otros pequeños los que rendidos y destrozados han cruzado países buscando sino la paz al menos la salvación del propio pellejo.

No entiendo.

Hablamos de nuestras propias disquisiciones pero –parafraseando a Rajoy- ¿Y las europeas? En Europa se reúnen para decidir que ya se resolverá, que el drama por lo visto puede esperar. Lo de los refugiados ya tal.

Es un poco irónico que mientras unos, hastiados, baldados y desesperados, tratan de cruzar las fronteras para salir del drama –físico, no de recuerdos- otros luchen por poner la suya propia. A mí las fronteras no me gustan nada. Odio que Lamama me diga que no puedo pasar a la cocina mientras ella la campa a sus anchas. Pero oye, que sus razones tendrá; como los catalanes.

En fin, que siga la tragicomedia, que pena que esto no lo pueda regir el género chico

lunes, 14 de septiembre de 2015

Lo vamos hablando

Ha debido de venir un mago porque hace algunos meses no daba yo ni un duro. Por mí; por estos ruidos raros que emiten los mayores. Se miran, o ni eso, y se lanzan runrunes explosivos.

Hablan, dicen.

Llegué a pensar que no existía la lógica. Que soltaban estruendos por la boca al tuntún, pero el caso es que acababan poniéndose de acuerdo. O no, claro.
Al no ser el lenguaje gratuito sino por objetivos, tuve que aplicarme. Y lo hice, que hasta entiendo latín si me descuido. Articular… era otro tema.

Pero de pronto largo hasta con consonantes. Así que creo que ando encantado. Pero de hechizo, digo. Aunque también, a qué negarlo, de puro deleite pues hacerse uno entender es para quedarse pasmado de por vida. Luego uno se va recuperando, o eso parece, porque los grandes cantan y departen sin mayor arrebato, ¿No les parece? Lo vamos hablando.

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RETO #150 PALABRAS: 
MAGO, BOCA, CONSONANTES

Con este post participo de nuevo en la entrega dominical #150palabras. Bueno, Elprenda, que una vez más ha tomado la iniciativa.
A Elprenda le gusta divagar de este mundo nuestro que anda conociendo de a poquitos. Como es un intenso, trata de hacerlo a grandes cucharadas. Lo hace aquí, pero ha pensado que cientocincuentapalabras pueden ser suficientes para contar lo mucho que ya habla. Hasta ha estado a punto de grabarlo en podcast porque ahora prefiere la lengua al teclado, dice. 

#150 palabras es una iniciativa de Marta (Diario de algo especial). ¡Pásate a conocerlo!



Para conocer como nació esta idea de 150 palabras y las reglas, puedes hacer click aquí.
1. Marta  5. Utopía (kaykantauri-cronista)  
2. Aprendiendo con Julia - Cuentos infantiles  6. The Blue Monster  
3. Cuestión de madres  7. Lamama  
4. anya  



viernes, 11 de septiembre de 2015

Un domingo cualquiera

Suena el despertador: ¡¡Yaaaa!! ¡¡Vámonos, vámonos!!
Qué bonito, mi niño habla.
El despertador no para, por más que le apriete las tuercas de pequeño niño contrariado. ¡Ssshhh, a dormir! Digo, lacónica, sin apostar ni el cobre a caballo ganador. Yaaa, vámonos. Pueta.

Es lo que hay, no sé ni por qué pruebo. Al menos hemos pasado una noche de escándalo pues se acerca el frío y Elprenda no requiere de tanta agua para dormir. Se acabaron las noches de camellos. De pequeña, con mis amigos nos llamábamos camello cuando alguno inundaba su cuerpo de agua, sin respiro. En realidad los camellos aguantan sin beber eternidades pero debe ser que hay un día de acopio, y ese era el día al que siempre nos referíamos en la fuente.

Un pequeño guía orienta mis pasos matutinos. Pipí, me dice, me señala el inodoro y yo, dócil y sumisa, aposento el culo para gracia de mi canijo director. Antes de tirar de la cadena, Elprenda corre y se asoma, como si fuese a divisar las aguas sagradas del Ganges. Tiro, y la cara de mi pequeño jefe de la aurora brilla henchida de felicidad. Y yo deseo llevarle a Niágara o Iguazú para que nunca acabe su alborozo bendito.

Desayunamos tostadas, que yo preparo frente a Elprenda, que normalmente prefiere abrir y cerrar el frasco de mermelada a abrir y cerrar la boca. Abuelagallina me ha metido en la maleta este bote de jalea. Es francesa, como todo de lo que gusta mi madre. La etiqueta reza: Rapsodia de frutas. Arándanos Silvestres. ¡Rapsodia! Le arrebato el tarro al Director, que entiende que ha dejado de dirigir –vale no, no lo entiende- y aprieto la rapsodia tan fuerte que casi puedo notar su latido. En una pirueta colosal, Mercury sale disparado al salón empapado en bayas silvestres y me hace la lucha del desayuno mucho más fácil.

"Mama mía, mama mía, mama mía give me toast", escucho decir a Elprenda en varias ocasiones.


Por lo general Elprenda hace de vientre tras deglutir su rebanada. Viva la vida bohemia, me digo zanjando la canción. Empieza la otra serenata: limpiar con mayor o menor esmero el asunto.  Él me dice que el pañal pesa un kilo, yo le digo que ay que mono es mi niño, pero que hay que ver lo que caga, y ventilamos.

Si los domingos son el Día del Señor en otras casas, en la mía siempre es el Día del Niño, y el señor y la señora van a remolque. Es cierto que los planes siempre salen de nosotros, que por ahora seguimos siendo capaces de hacer alguna cosa más que Elprenda, pero una vez llegados a destino, el timón cambia de manos. El crío se engalana con su gorro marinero de capitán de buque, y todos a navegar.


Los domingos nos vamos de crucero.  Y como aquí el objetivo es pasar un buen rato, y eso se da generalmente cuando el bucanero está contento, pues ni qué decir tiene que él decide cuando se anda, se corre, se baña, se para o se vuelve. Si Elprenda leyera esto, gritaría sin constricción ante mi sarta bellaca de embustes y patrañas. Pero insisto, a grandes rasgos, es así. Porque si yo pudiese decidir ahora como sería un domingo cualquiera, seguiría bailando la Bohemian Rhapsody con una cerveza en la mano; y de ahí pasaría a escuchar el silencio hermoso sólo roto por el compás repetido de las olas. Y podría pasar el rato cocinando para luego pasar un rato aún mejor comiéndolo, sin el tic-tac sonoro que amenaza con un fin de siesta ligera del pequeño capataz. Volvería a las series, a las panzadas, digo. A cuando ver un capítulo no era una odisea. Y podría subir el volumen para que Etta James dijera At last de forma convencida.

Pero mis domingos cualquiera ahora son distintos. Sus canciones aparecen entonadas por un agudo jamás soñado por Freddy y Etta en sus mejores falsetes. Y aunque aturdida y algo sorda de la mano de mi Pequeño Ruiseñor, allá que sigo al tarambana sin brújula o vigía en busca de nuestro pequeño tesoro dominical.

-¡Sé muy bien que he salido ganando, pardiez! le digo a Elprenda en un ataque de amor descontrolado. Y él se ríe, me besa y se separa para seguir a lo suyo sin importarle el calendario al muy pirata. 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Si serán catetos

paleto, ta.
(De paleta).
1. adj. Dicho de una persona o de una cosa: Rústica y zafia. U. t. c. s.
2. adj. Dicho de una persona: Falta de trato social. U. m. c. s.
3. m. gamo.

O sea, que era esto. Pues sí, soy de pueblo, costero para más señas, y cuando vengo a la ciudad y veo rodar lozano un autobús de proporciones descaradas, pues venga, vale: alucino. Y si me montan en un ascensor de vista panorámica pues que menos que Lamama ha de incrustarme, de nuevo, los ojos en las cuencas. Que sí, que puedo ser de lo más rústico, pero en  plan: “qué mono tu pisito, es de lo más rústico”. Así sí me identifico; ideal como una casa de campiña. Si me llamas zafio, mejor no hablamos. Y es que has de saber que la cara de estupor que consideras de paletos (¿tengo algo en los dientes?, pregunto a Lamama tratando de identificar el motivo de la referencia a mi incisivo superior) la pongo a diario en el pueblito. Sí, cada noche, cuando el mar refleja la luna y la luz rotatoria del faro me regala la silueta de mi santo pueblito. Caigo embelesado ante su magnificencia, y suspiro tanto que puedo llegar a despertar a los vecinos con mi canto de amor.


Y entonces sí, ante tal disparate de gallardía y belleza, puedo cumplir de un soplido las tres acepciones referidas. Porque rompo a correr como un gamo, pierdo los papeles a dos manos y no deseo trato con nadie. Reconozco que ahora sí, que me vuelvo algo tosco en modales al realizar mi baile paleto, que celebra el paisaje que la inmensidad regala. Es entonces cuando, ya metido en faena, gruño como un bisonte que no puede soportar la perfección que contempla. Y mi rugido traspasa fronteras, llegando el eco paleto a los albores de la city, haciendo tambalear todos los elevadores panorámicos.Y los conductores de autobús pisan el freno, asustados por un sonido aldeano que llega allende los mares. Jajaja, me digo mientras bailo, si serán catetos…